miércoles, 8 de julio de 2020

Infinidad de entradas: un día más en cuarentena

Es casi medianoche, y el café negro en tamaño de pocillo se acabó. Llamar a mis viejos fue menos estresante de lo que pensaba, por el contrario, lo disfruté. Cené el pastel de papas que tan bueno me quedó, y bajé la botella de vino tinto que abrí ayer. No obstante, algo siempre resta saciar.

Y como un impulso que sube desde mis helados talones, parece que nunca termino de estar satisfecho. Tampoco recuerdo un motivo concreto que me lleve a despilfarrar qué hice en el día de hoy, sin ánimos de recalcular que tan productivo fui. Más en frío, entiendo, estamos en cuarentena. Con todo lo malo que eso conlleva, hoy a fin de cuentas fue un buen día.

Pero vuelvo al "no obstante": parece que nunca estoy conforme. E intentar tapar las ansiedades con harina y alcohol, no son soluciones constantes, sino inmediatas. El interrogante entonces, es qué motoriza redactar lo que sea que tenga dentro, con tal de no tenerlo más.

Elijo creer, positivamente, entre dos opciones: por un lado, tal vez resta menos de lo que creo para empezar a estar mejor; y por otro, la sobreabundancia de tiempo me permite reflexionar qué es mejor para mi futuro.

Como si fuese un laberinto con una salida difícil de ver, hay una sensación de infinidad de entradas para empezar. Tal vez, resta sumar intuición para determinar qué camino tomar, y entender que se puede dar pasos hacia el costado, o hacia atrás. Pero que a fin de cuentas, de no animarme a transitarlo, dudo que pueda responder esta inquietud que me invita al soliloqueo, y dialogar textualmente.

Algo empieza a sentirse bien.