viernes, 3 de junio de 2016

Una mirada Azul

Azul comienza su día desde muy temprano sin importar qué día de la semana sea, y sin importar el estado de ánimo que tenga.

Lo primero que hace es dar vueltas dentro de su propia cama, porque para ella irse a dormir y despertar, es un abrir y cerrar de ojos diario, un placer efímero que se manifiesta en pos de disfrute y nada más. Da entonces una vuelta, da dos, da tres y después se toma el tiempo necesario para saber si necesita una cuarta vuelta más - cosa que por lo general duda hasta que finalmente la da. Intenta dejar la cama cuidadosamente desordenada y meticulosamente imperfecta, lo suficiente como para no tener que lidiar con volver a hacerla, y tampoco para que la castiguen por no hacerla a la vez. Cada día encuentra el equilibrio de tiempo justo entre la pesadumbre del despertar, y su necesidad por levantarse, o porque la obligan a levantarse. Le cuesta, pero lo hace.

En sueños es donde encuentra dos maneras de ver y entender su propia realidad. Por un lado, descansa de tanta rutina que no le aburre, sino que la resignifica cansando de vez en cuando, como a cualquiera. Por otro lado, sueña entre colores. Son colores que disienten a los diarios, remiten a las cosas, e interpretan a sus pares y sus alrededores con una perspectiva que solo ella tiene, no así el resto de su familia. No llega a reconocer si lo que sueña es blanco y negro, o solo blanco, o solo negro. Y tampoco tiene muchas intenciones de decirlo, pero lo sabe, lo sueña, y lo demuestra como un aspecto de su vida.

Un aspecto del que está segura: todo debe ser blanco. Y aún sin abrir los ojos, o mientras duerme. Es su preferencia por excelencia. Le gusta el blanco, se viste de blanco, le atrae el blanco, anhela el blanco, lava su propio blanco todos los días, y empecinada, no quiere saber nada con otro color, salvo por algún que otro detalle negro oscuro como para generar un leve contraste, pero que no es mas que un incisivo detalle. Ninguna otra cosa le llama más la atención, que si misma. Y su blancura, por supuesto.

En cuyo caso, es en la mirada donde uno interpreta la diferencia. Y es que si no fuese porque el color de sus ojos cambia en el reflejo de la luz del sol, nadie sería capaz de afirmar con total seguridad si son amarillentos o verdosos. Por las tardes, la intermitente luz solar que penetra por la ventana de su cocina, de vez en cuando da puntillosamente en cada iris suyo, provocando una superposición de colores verde y amarillo que es imposible de pasar desapercibido. Pincelan demasiada claridad con demasiada sencillez, que en detalle dejan de lado su todo.

Ella no concibe y tampoco va a concebir que los placeres no son más de los que ya tiene. No cree en las cosas grandes, no le interesa lo material. Lo grande para ella es todo lo que la rodea, lo que para otros es insignificante, es tajante en su forma de concebirlo. Los rincones seguramente le guarden mayor lugar -y provecho- si en su perspectiva, una cima son un metro y medio, y su hogar es su mundo, en donde un salto esporádico a ningún lugar revierte un momento cualquiera para hacerlo más divertido.

Azul es una obsesiva de la limpieza, y su imagen. En el instante en que un tercero o cualquier cosa la incomode, inmediatamente se limpia, sin que eso repercuta en su imagen. Un perfume importado es su gran debilidad, lo siente profundamente como un detalle bienvenido de completar un buen cuidado personal, y lo disfruta de solo olfatearlo.

Azul exige y agradece cada plato que se le cocina, sea mañana tarde o noche. Pero al mismo tiempo, abusa de eso, ya que nunca termina de estar satisfecha y peca de gula constante. Comer es algo rico e insaciable como una siesta por tiempo indeterminado, pero con la diferencia de que dormir no le genera sobrepeso.

Muy probablemente no haya diferencia entre hoy y mañana, teñido de las sencillas razones que no comprometen a nadie, más que a sí misma a sentirse bien, y lo suficientemente cómoda como para no salir de sus propias estructuras. Por supuesto, no se deja llevar por las habladurías de la mayoría, porque a los ojos de cualquiera, no es comprendida y mucho menos enfatizada. Pero en respuesta de las críticas, decide continuar saltando de siesta en siesta.

En esencia, el afecto y el cariño para con su familia y su hogar, son equivalentes a su propia dependencia. Dependencia recíproca, que la conduce todos los días a sentirse bien, feliz, segura, cálida, importante y aceptada desde hace 17 años. Así como ella forma parte ellos, ellos forman gran parte de su sencilla sencilla vida.

Porque su ayer, es igual que su hoy, y muy probablemente que su mañana.

Y porque sus vueltas, antes y después de acostarse, también.

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