domingo, 1 de enero de 2017

Ipso Facto

Entre las 22:00 hs y las 23:00 hs del domingo 1ero de enero, mi viejo se acostó un rato para ver uno de esos programas que dramatizan los trabajos de un grupo de cirujanos en algún hospital estadounidense cuyo nombre no recuerdo. De un momento a otro, una música tensionada y un doblaje de pésima calidad, envolvieron la habitación donde la absurda imagen de un tipo al que le tenían que sacar un fierro encastrado literalmente en la cabeza -vaya a saber uno cómo sucedió y cuánto pensaron los productores del programa si el televidente iba creerse lo que iba a consumir - era todo lo que podía entender ese día de sensaciones térmicas que rozaban los 35º.

Ese día no entendí mucho, debido a una pesada resaca de alcohol y calor. No entendí bien si tenía que ver el programa, si tenía que ver a mi viejo viéndolo, o si creer que la televisión por cable ya no debería valer lo que vale.

También creo que no tenía que preguntarme tanto. A decir verdad no había mucho que entender, y qué no entender.

A fin de cuentas, todo sucedió inmediatamente, y de un momento a otro.

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