domingo, 23 de julio de 2017

Café montaje

Las cafeterías son buenos sets de filmación.

Y esto se debe a clientes que no son actores, aunque aparenten ser el reparto indicado para cada papel. A mozos que no memorizan libretos, pero que se acuerdan pedidos innecesariamente abundantes, repletos de inmensas tortas e infusiones de colores. Al café que tan fuerte huele, y que no es utilería acompañada de galletitas de plástico. A diálogos de mesas, cuyas líneas y temas no se asemejan a películas de Tarantino, pero que son funcionales para tener de fondo. A domingos soleados cuyo sonido ambiente es familiar, y por lo tanto ruidoso y molesto. A esporádicos vagabundos que piden reiteradas veces lo mismo, y reiteradas veces son rechazados por el mismo miedo. A encargados o gerentes, cuyas miradas de seriedad anulan todo rasgo de simpatía, y aumentan todavía más el número de sus canas. A inquietos celulares como cámaras profesionales, que continuamente filman a otras personas, sus platos, y sus celulares que hacen exactamente lo mismo. A extras que se molestan por llenar sus diálogos de problemas personales, sin que sus voces sean escuchadas por los demás o un micrófono oculto. Y finalmente, el montaje del set, se debe a todos los que meriendan solos como yo, y que observan a su alrededor como aquella escena de una película que jamás se rodará.

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